La naturaleza de la Vida/Muerte/Vida es un ciclo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte, seguido siempre de un renacimiento. Este ciclo influye en toda la vida física y en todas las facetas de la vida psicológica. Todo —el sol, las novas y la luna y también los asuntos de los seres humanos y de todas las más minúsculas criaturas, de las células y los átomos por igual— presenta esta palpitación, seguida de un titubeo y otra palpitación.
A diferencia de los seres humanos, los lobos no piensan que los altibajos de la vida, la energía, la fuerza, el alimento o las oportunidades sean sorprendentes o constituyan un castigo. Las cumbres y los valles están simplemente ahí y los lobos los recorren con la mayor eficacia y naturalidad posible. La naturaleza instintiva posee la prodigiosa capacidad de vivir todas las circunstancias positivas y todas las consecuencias negativas sin interrumpir la relación con el yo y con los
demás.
El lobo afronta los ciclos de la naturaleza y el destino con buena voluntad e ingenio y con la paciencia necesaria para permanecer unido a la propia pareja y vivir lo mejor que pueda durante el mayor tiempo posible. Sin embargo, para que los seres humanos puedan vivir y entregar su lealtad de esta manera tan acertada y tan sabia, tan protectora y tan sensible, es necesario que éstos se enfrenten con aquello que más temen. Y no hay manera de evitarlo, tal como veremos más adelante. Hay que acostarse con Doña Muerte.
Tomado del Libro “Mujeres que corren con los Lobos” de Clarissa Pinkola Estés (“La caza: cuando el corazón es un cazador solitario”)