«La mundialización es real, existe objetivamente, y conlleva un aumento verdadero de la interdependencia, aunque de una interdependencia que no está basada en la reciprocidad, el equilibrio y la igualdad, sino que es fuertemente desigualitaria y asimétrica. El concepto de globalización, tal como se nos intenta presentar, enmascara este carácter asimétrico y desigualitario de la mundialización, presentando a ésta como un proceso de aproximación creciente e irreversible a un mundo regido por un único orden “lógico” y “racional” tanto en lo económico como en lo social, lo político, lo cultural y lo identitario. Un orden en el que la interdependencia entre pueblos, entre géneros y entre agentes de los procesos de trabajo se encaminaría hacia la fusión de los elementos caracterizadores de cada uno de ellos: hacia la globalización en una única sociedad planetaria en la que todos tendríamos una única identidad, la de “ciudadanos del mundo”; una única cultura, la difundida por los mass-media, y perteneceríamos a una única “clase”, la de los consumidores. Todo ello se daría en un contexto no de secularización, contrariamente a lo que también se afirma, si no regido por un único absoluto social, por una única sacralidad: la del mercado. Si acaso, se mantendrían algunas notas de pintoresquismo “étnico” con destino al ocio vacacional.»
Fragmento de «Mundialización, globalización y nacionalismos: la quiebra del modelo de Estado Nación» de Isidoro Moreno.
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