«Como mujer trans he aprendido que…»: Reflexiones presentadas el 18 de junio en Monterrey de 2015 en evento organizado por grupo GESS (Género, Ética y Salud Sexual A.C)


Como mujer transexual he aprendido que…                                                                      Para David, mi hermano Incondicional

Como mujer transexual he aprendido que …

Hay muchas formas de abordar la vida, por lo tanto hay muchas formas de transitar hacia el género identificado. No existe una sola forma de transitar ni un solo lugar de llegada.

Del feminismo he aprendido que existen muchas formas de construirnos como mujeres. Del transexualismo y del transfeminismo, que existen muchas formas de construirnos como personas más allá del binario de género.

La visibilización de mujeres y hombres trans de las diferentes orientaciones sexuales, con diversas prácticas sexuales y diversas expresiones de género enriquecerán a los diferentes movimientos que luchan a favor de la igualdad.

Como señala Laverne Cox, la experiencia de una persona no puede abarcar por si sola toda la diversidad transexual en sus intersecciones de sexo, género y clase. De ahí la importancia de la visibilización de las diferentes historias que se puedan recuperar.

Puedo comenzar diciendo que desde muy pequeña me sentí diferente y me comporté fuera de la norma. Por lo tanto, el acoso escolar se hizo presente desde el preescolar y hasta la Universidad. Más tarde comprendería que este acoso escolar es una herramienta de un sistema sexo-género patriarcal para alinearme a unas normas de género preestablecidas. También aprendí que cada persona, seamos transexuales o cisexuales, podemos sentirnos conformes o disconformes hacia estas normas así como que cada persona se puede revelar a estas normas en diferentes momentos de su vida.

Ningún padre o madre espera a un hijo o hija trans. De ahí la importancia de visibilizar la infancia trans. Nadie prepara a ningún padre o madre para revelarse ante la presión social e incluso religiosa de aceptar y entender con amor a un hijo o hija trans. Ahora sé que este rechazo hacia lo trans tiene un nombre y se llama transfobia. Con la experiencia de mis padres he aprendido que esta transfobia heredada puede transformarse en entendimiento, aceptación y amor a través de información, sensibilización y paciencia.

Tenemos una sociedad que valora como superior lo masculino, lo heterosexual, lo cisexual, lo blanco y lo rico. Quienes nos apartamos de estos ejes, sufrimos diferentes tipos de violencia: las personas trans, adicionalmente sufrimos la violencia por no ajustarnos al género asignado al nacer, es decir, el cisexismo. Una mezcla de cisexismo, transfobia e incluso misoginia se manifiestan trágica y cotidinamente en burlas, el chiste fácil, el rechazo, la marginación, la persecución, el encarcelamiento, la patologización de la identidad, la invisibilización y en caso extremos, la muerte. Yo viví las burlas, el chiste fácil, el rechazo y, aún hoy día, la invisibilización.

Parecía que el mensaje es: “Avergüénzate por ser diferente”. ¿Por qué habría de sentirme así? A pesar que en la infancia y la adolescencia aún sentía que no encajaba tampoco entendía por qué debía cambiar algo tan esencial en mí. Me tomó muchos años afirmar: “Estoy orgullosa de lo que soy”.

No tuve las herramientas de vida para que en algún momento como estudiante pudiera vivir conforme a mi identidad de género percibida. Tampoco pude abrazar un rol de género masculino. Le aposté a concluir una carrera profesional y a la independencia económica para tener mejores elementos para saber qué haría con mi vida. Siendo constantemente aislada, el refugio en los libros se volvería una ventaja competitiva más adelante y la comprensión y afecto de un puñado de amistades (Ismael, Eliseo, Violeta) y mi hermano David fueron valiosísimos para encontrar un pequeño hueco donde sentir pertenencia.

Terminando la Universidad viví la terrible sensación de no poder ajustarme a un rol de género esperado y la búsqueda infructuosa de una oportunidad laboral. A pesar de haber concluido con un promedio relativamente alto invariablemente se cerraron todos los posibles trabajos a la primera entrevista.

Recibí consejos bienintencionados sobre la importancia de cambiar mi forma de vestir, de caminar, de hablar, de arreglarme, es decir, de ajustarme a un molde para que se me valorara. Me era imposible. Algo muy dentro de mí sufría al tratar de ser algo que no era. Simplemente no podia ceder esa parte.

En diciembre de 2001, a los 22 años, participé sin muchas esperanzas en un concurso a nivel nacional para ocupar plazas a nivel directivo del entonces Instituto Federal Electoral. A diferencia de las otras experiencias donde el cargo se decidía en una entrevista completamente subjetiva me encontré con un procedimiento que me pareció novedoso: los cargos se otorgarían de acuerdo a unas ponderaciones entre los resultados obtenidos en diferentes exámenes y una entrevista. Con desconfianza participé. Fue un concurso largo pero ocho meses después, en septiembre de 2013, tomaba posesión de un cargo en un lugar de la mixteca poblana. Con esto alcanzaba una meta: la independencia económica.

Aún sigo teniendo dudas si hablar de transicionar es correcto. ¿Cuándo se inicia la transición? ¿En el momento que una persona se asume diferente? ¿En el momento en que se rebela contra las normas impuestas? ¿Tiene que ver con modificaciones corporales o cambios hormonales? ¿En verdad es algo que tiene un inicio o un fin? No lo sé, hablaré de la transición como todos esos procesos mentales, físicos, sociales y legales que decidí realizar para sentirme bien conmigo misma y que implicó traspasar barreras de género entre estos ámbitos.

Ahora comprendo que la independencia económica, el acceso a información constante donde internet jugó un papel importante y la construcción de redes de amistades (como Omar, Lalo, Sofía, Claudia y su familia, Balbina, Nicole, entre otras personas) donde encontré afecto, comprensión, apoyo, acompañamiento, solidaridad y complicidad fueron determinantes para que poco a poco fuera conociendo otros espacios, otras personas y otras historias que servirían de referencia para a lo largo de los años transitará al punto en que me encuentro hoy.

Aprendí que los cambios que viví también lo vivieron quienes me rodeaban, tanto en el ámbito familiar, social como laboral. Algunas personas lo entendieron, otras no. Otras preguntaron y cuestionaron, y otras simplemente aceptaron. Algunas personas siempre permanecieron, otras se alejaran para poder entender y retornaron y otras simplemente se fueron.

En ese sentido transitar fue un proceso de decantación y purificación.

Reafirmarme y conocerme como persona trans implicó tener presente la máxima: «conócete a ti mismo».

El reconocimiento y la auto afirmación, primero en privado y luego en público, de mi identidad como mujer trans requirió de varios años para desmontar de algunos miedos, prejuicios y, estereotipos heredados. Perdí el miedo a la soledad y abandone el prejuicio que no tendría lugar en esta sociedad.

También requirió de un proceso de empoderamiento a través de redes de personas trans y cis, de conocer otras historias de mujeres y hombres trans, y, la conformación de un conocimiento para decidir lo mejor para mi cuerpo y, sobre todo, para exigir el reconocimiento de mis derechos humanos ante quien los pretenda negar.

La auto afirmación de mi identidad y corporalidad como mujer trans ha sido más una carrera de resistencia que de velocidad, en donde la paciencia ha sido un elemento importante.

Cometí el error de automedicarme hormonalmente y enferme gravemente. Entonces aprendí la importancia de una persona experta que acompañará mi proceso, no porque estuviera loca como dicen los manuales, sino para no dañar mi cuerpo.

Por lo mismo, me negué a cualquier inyección de polímeros en mi cuerpo. Nunca he encontrado ningún estudio que garantice su inocuidad y en cambio he conocido historias donde la enfermedad y la muerte han sido consecuencia.

Entonces, en este proceso de auto afirmación de mi identidad si bien tenía la oportunidad de hacer algunas intervenciones en mi cuerpo, aprendí también que aceptar y amar aquellas características que me hacen única y diferente también forma parte de la belleza

Todo este proceso fue paulatino y con sus breves retrocesos. Ahora lo puedo verbalizar: desde un género masculino socialmente asignado recorrí, con límites difusos, la identidad gay, el travestismo, la andróginia hasta finalmente abrazar mi identidad femenina transexual.

Así como mi familia y las amistades vivieron mi proceso de transición, también pasó lo mismo en mi trabajo al solicitar el reconocimiento social sin tener el legal. Claramente nadie lo esperaba por lo que requirió una mezcla de sensibilización e información hacia las personas que me rodeaban con la finalidad de exigir mi derecho a la identidad en armonía con mi derecho al trabajo.

Además de paciencia esto implicó especialmente el inicio de otro ciclo más fuerte de burlas, comentarios ofensivos e incluso mayor observación a mi correcto desempeño laboral. Aprendí a confrontarme. Lo más valioso fue el apoyo, acompañamiento e incluso defensa de muchas mujeres y algunos hombres del trabajo (como Laura, Lupita, Juan Pablo –QEPD-, Profr. Quintín, Miguel Santos, etcétera).

Como mujer, tuve que eliminar en mi mente el mito del amor romántico y del príncipe azul. Como mujer transexual, el mito que nadie nos puede amar. He aprendido que las personas trans amamos y hemos sido amadas con la misma intensidad y profundidad como ccualquier otro ser humano. Conocí seres humanos valiosos que no pudieron superar sus miedos al prejuicio social y tuvimos que tomar diferentes caminos. Decidí no pagar por los miedos y prejuicios de otras personas. También conocí una persona fabulosa, David, que me ama más allá del cuerpo y del género en donde ambos hemos creado nuestro breve espacio de apoyo, amor y crecimiento mutuo, y quien me ha acompañado durante gran parte de este proceso en los últimos ocho años.

La historia de la lucha por la igualdad de cada grupo humano oprimido lo reitera constantemente: el reconocimiento de nuestros derechos será una lucha constante. El movimiento feminista lleva más de 200 años de lucha, con grandes logros como el sufragio, el acceso la identidad, al divorcio, a la educación, al trabajo, a la propiedad, a la participación política, entre otros.

Muchos de estos derechos actualmente se nos niegan a las personas trans, social o legalmente.

Sostengo que el movimiento trans puede abrevar de las construcciones teóricas y filosóficas del movimiento feminista como visión crítica a favor de la igualdad así como de sus luchas históricas y pacíficas, especialmente la crítica al determinismo sexual.

Más recientemente, podemos recuperar la exitosa experiencia del movimiento gay a favor del matrimonio igualitario en México y que ha logrado que la Suprema Corte De Justicia de la Nación establezca jurisprudencia donde se declara inconstitucional cualquier ley que establezca que el matrimonio solo es entre un hombre y una mujer, siendo palanca de cambios la reforma de derechos humanos de 2011

Mi reconocimiento y admiración a grupos organizados como ustedes.

Veo cada vez más cercana la posibilidad de concretar algunos de los siguientes retos: el reconocimiento legal a la identidad de género desde la infancia y su vinculación con políticas públicas que garanticen el acceso a la educación y al trabajo, el acceso integral a servicios de salud que atiendan las necesidades específicas de las personas Trans, el reconocimiento y prevención de las violencias de género que sufrimos específicamente las personas Trans como cuando a las mujeres Trans se asignan a prisiones u hospitales de hombres o se minimiza nuestra capacidad para participar políticamente, entre otros.

Somos herederas y herederos de quienes nos antecedieron, de aquellas personas pioneros que se visibilizaron y sufriendo ataques siguieron luchando.

Creo que la conformación de redes de hombres y mujeres trans nos permitirá recuperar experiencias y acumular conocimientos. Recuperar las experiencias Trans será importante para reconstruir nuestro pasado como grupo y preparar las raíces que darán fuerza e identidad a las siguientes generaciones jóvenes Trans y personas no conformes con el género.

Luisa Rebeca Garza López

Ver video aquí: https://youtu.be/OwO8OwAZz54

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