Las siglas que representan al colectivo LGBTTTIQ pretenden visibilizar la existencia de la diversidad humana más allá de la idea de la heterosexualidad y del binario hombre-mujer como únicas formas de expresión de la sexualidad.
Con respecto a la orientación sexual surgen como un ejercicio de politización de la sexualidad para vindicar derechos civiles negados o limitados bajo la etiqueta de la homosexualidad, término acuñado por la ciencia médica que diagnosticaba como una enfermedad hormonal o mental primero a las prácticas sexuales entre personas de un mismo sexo y más adelante la atracción erótico-afectiva.
Por lo tanto, las letras LGB amplían el imaginario de atracción erótico-afectiva más allá del mito heterosexual al visibilizar a las mujeres lesbianas, a los hombres gays y a las personas bisexuales como parte de esta la diversidad humana.
Por otra parte, las tres “T” representan las palabras transexual, transgénero y travesti que junto con la “I” de intersexual buscan visibilizar a aquellas personas que nos revelamos a un sistema sociocultural de reproducción de cuerpos binarios y complementarios, inamovibles y monolíticos, sistema de reproducción especialmente reforzado por el discurso de la medicina como autoridad.
La letra “Q” de Queer, en cambio, surge como una crítica a cierto sector del propio colectivo de la diversidad sexual, que en algún momento de su historia ha buscado asimilarse a marcadores, principalmente de clase, dirigidos por tendencias capitalistas globalizantes que han generado tendencias que homogenizan ciertas identidades replicando prácticas binarias y estructuras de poder heredadas de la matriz heterosexual y de donde ha surgido el llamado “mercado rosa”.
Si las “LGB” liberaron los deseos y el erotismo; las “T” rompieron la noción de sexos y géneros fijos e inmutables; y, la “Q” puso el acento en su fluidez y se pronunció contra las etiquetas.
Evidentemente, estas ocho letras serán insuficientes para abarcar las infinitas posibilidades en que cada identidad es construida en más de 7 mil millones de personas. Sin embargo, creo que el mensaje es claro: cada persona es única, irrepetible e invaluable. Y en ese sentido, todas y todos somos iguales.
Rebeca Garza
8 de Julio de 2016
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