La entrada “Mi cuerpo” de Laura Inter me ha conmovido mucho, me he identificado mucho con el periplo que narra: el rechazo inicial al cuerpo y a la sexualidad, el rechazo de parte de la familia, el alejamiento de las personas que se decían tus amistades, la idea de la imposibilidad de encontrar alguien que nos ame, incluso el no sentirnos merecedoras de amor, pasar del odio al cuerpo a la reapropiación del mismo y la resignificación de su belleza, el crecer emocional e intelectualmente ante el rechazo y el dolor y la insistencia de encontrar nuestro digno lugar en este mundo.
Sin embargo, las diferencias también me han quedado claras: las personas intersexuales sufren de la imposición del sistema binario del sexo/género muchísimo antes que ellas mismas puedan siquiera hablar, muchas de las intromisiones mutiladoras y violentas hacia sus cuerpos son realizadas incluso antes que tengan registros en la conciencia pero sí en las cicatrices y la invisibilización del movimiento de la diversidad sexual parece que es más insistente para las personas intersex que para las personas trans.
Me parece que el significante de la intersexualidad está relacionado con el ordenador simbólico de género. Como Butler lo señala, la idea del sexo (y de la diferencia sexual) se construya dentro de la lógica del binario de género.
Por lo tanto, el significado de la intersexualidad recibe las ideas de lo ambiguo, lo indefinido y aquello que debe corregirse para ajustarse a la norma y vivir una vida “normal”.
Creo que las ideas de intersexualidad, transexualidad e incluso homosexualidad tienen sus orígenes a partir del surgimiento del concepto de diferencia sexual entre los siglos XVIII y XIX cuando se asignan nombres diferenciados a los genitales a partir de las ideas binarias y complementarias de masculinidad y feminidad, puesto que previamente prevalecía la idea de un modelo unisexo masculino por lo que cualquier cuerpo considerado femenino era interpretado como una versión imperfecta masculina.[1]
Serret sugiere que a partir de esta época se empieza a instaurar el discurso de verdad relacionado con el descubrir el sexo verdadero lo que dio inicio a la edad de las gónadas, luego a la de las hormonas, la actual de los genes, y creo que cada vez se oyen más voces que se alinean a una idea que puede dar pie a la edad del cerebro (basada en la búsqueda de un sexo cerebral).
Serret narra como la idea del sexo femenino era considerado como una versión defectuosa de lo masculino. Es a partir del surgimiento de la diferencia sexual ligado al avance de la ciencia médica a partir del Siglo XVIII que se asienta el imaginario de sexos opuestos, complementarios y por lo tanto excluyentes.
Por lo anterior, creo que existen fuertes diferencias etimológicas entre hermafroditismo e intersexualidad.
Como narra Laura Inter en la entrada de su blog: “Intersexualidad: mitos, realidades y necesidades” cuando cita a Wikipedia, el mito del ser hermafrodita corresponde a la idea de un ser en el que cohabitan sin exclusión las ideas corporales de lo masculino y lo femenino. Corresponde a un orden simbólico donde, si bien lo femenino sigue siendo considerado inferior a lo masculino, aún no existen esas coordenadas de oposición, complementariedad y exclusión mutua. Recordemos que incluso en la mitología griega el propio dios Zeus se convierte en mujer en diferentes ocasiones y tiene relaciones sexuales con hombres sin que esto cuestione su hegemonía masculina porque aún no existían las fronteras con las que definimos e identificamos actualmente la orientación sexual o la identidad de género.
Agueda Gómez Suárez identifica dos sistemas sexo/género: los digitales o rígidos y los analógicos o flexibles. [2]
Los digitales los identifica como aquellos que conciben un universo sexo/género, identidades sexuales, opciones sexuales y géneros imaginarios sociales y subjetivos ajustados a un sistema binario, a partir de una lógica inflexible de opuestos y excluyentes e identifica al modelo mexica (prehispánico), el modelo judeocristiano y el modelo bio-médico occidental como parte de este sistema.
Por su parte, el sistema analógico no sigue una lógica rígidamente binaria sino más bien “borrosa, ambigua, inestable, rígida, fluida, espontánea, múltiple, simultánea, compleja, permeable” a partir de una lógica plural y que no excluye otras opciones sexuales o identidades genéricas.
Creo que la idea de la persona hermafrodita surge de un sistema sexo/género más bien analógico o flexible (el griego antiguo) que ubicaba estos cuerpos en un lugar más cercano a la naturaleza que a la civilización y, por lo tanto, a veces con ciertas connotaciones sagradas o divinas, en cambio la idea de la intersexualidad surge del modelo bio-médico occidental rígido y binario donde estos cuerpos son considerados errores de la naturaleza que deben ser corregidos para que puedan vivir “felices como las demás personas”.
Por otra parte, me parece que el concepto de “Disorders of Sex Differentiation” es una variante del discurso de verdad de la ciencia médica para patologizar a los cuerpos que no se ajustan a las ideas binarias de género. Creo que el concepto de “intersexualidad” por sí solo no contiene la carga semántica que dé autoridad a la ciencia médica para intervenir en los cuerpos de dichas personas, en cambio la idea del “desorden o trastornos de la diferenciación sexual” contiene en su definición la anormalidad natural que debe ser corregida por la ciencia. Naturaleza Vs Ciencia/Cultura/Civilización.
La genealogía de lo intersex creo que puede tener muchos puntos de coincidencia con lo trans. A grandes rasgos, surgen de las ideas de la diferenciación sexual; nacen de la jerga médica como autoridad que interpela ciertos cuerpos considerados abyectos o no naturales y desarrollan técnicas de control corporal (quirúrgicas y hormonales) para ajustarlos a ciertas ideas binarias normalizadoras; existe el rechazo social porque los cuerpos intersex como los trans hacen evidente la ficción de nuestro orden binario con el que jerarquizamos, clasificamos y juzgamos el orden social y a las personas; este rechazo social, hace que en muchas ocasiones, introyectemos el desprecio hacia nuestros cuerpos, al ejercicio de nuestra sexualidad y a la construcción de puentes erótico-afectivos con otras personas y la superación de estos obstáculos se vuelve una odisea personal en donde muchas vidas se pierden por el suicidio, la mala praxis médica y el ostracismo social.
A partir de esas coincidencias, creo que se entiende el surgimiento del movimiento intersexual en los 90’s, misma década donde surge fuertemente el movimiento transgénero y ambos impulsados por la teoría queer y los estudios de género.
El movimiento transgénero y el movimiento intersex tienen la misma demanda a las instituciones y autoridades médicas: la no patologización de sus cuerpos. Y retoman una bandera feminista: la autonomía del cuerpo en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
Creo que las personas intersex y las personas trans tenemos el reto de pugnar por una educación sexual que amplíe el abanico en cómo se construyen los cuerpos. He mencionado en otras entradas como cada vez veo en la comunidad trans mexicana hombres trans con vulva o mujeres trans con pene que resignifican su sexualidad y su placer y se reapropian de sus cuerpos. Incluso parejas de personas trans, ambas, que subvierten las reglas de procreación y familias de tal forma que hay hombres trans que son concebidos por la pareja mujer trans y dan a luz a sus bebés reivindicando su identidad paterna los primeros, y su identidad materna las segundas.
Finalmente, con respecto a la entrada de Laura Inter llamada “¿Qué es la intersexualidad”? me llama la atención el apartado donde señala lo qué no es la intersexualidad. ¿Por qué? Porque más adelante señala que la intersexualidad no es una identidad y me pregunto si efectivamente es cierta esta afirmación. Me explico:
La intersexualidad –en su origen médico- sería producto de un acto performativo fallido (lo mismo que la transexualidad, entendida a partir de su origen médico también) donde la autoridad médica no puede interpelar al cuerpo del bebé porque las características de sus genitales no se ajustan a las reglas para poder concluir el acto exitosamente. El funcionamiento fluido de las estructuras de socialización depende de esto. En las sociedades modernas posteriores a la Ilustración donde se ha derrocado a la divinidad del centro simbólico y se le ha sustituido por la razón (representada en la ciencia), la ciencia médica es la que tiene la autoridad para desarrollar los mecanismos para ajustar o corregir esta “falla” interpelando al cuerpo como “intersexual” para quien nació fuera de la idea de la diferencia sexual (de la misma manera que se acuñó la idea de “transexual” para aquellas personas que discursivamente y en su performance de género subvirtieron el sexo/género asignado y fallamos en su iterabilidad). Esta ciencia médica no sólo ha generado tecnologías corporales sino que su discurso de autoridad asentó “tecnologías del yo” en donde las personas interpeladas como “intersexuales” (al igual que las “transexuales”) introyectamos el discurso que nos desvaloriza, que nos des-sexualiza y nos ubica en la periferia de todas las identidades hegemónicas. Las identidades adquieren consistencia por definir las fronteras de lo que no son.
En la entrada citada, Laura señala que “si definimos la intersexualidad básicamente como una variación en las formas y la composición corporal, podemos afirmar que en sí misma la intersexualidad no es una patología.” Y claro que no es una patología, pero esa definición puede aplicarse a cualquier cuerpo humano. Recuerdo la lectura de “Herculin Barbin” cuando unos médicos registraban que tenía un clítoris muy grande y otros médicos decían que tenía en realidad un pene muy pequeño. Al final, decidieron que era un clítoris porque el líquido que producía no tenía espermatozoides, sin embargo, en otro documento se sugiere que sí debía poseer espermatozoides. ¿Cuánto debe medir un pene o un clítoris para ser considerado como tal? ¿La medida establecida no será tan arbitraria como los diferentes significantes asociados a un mismo órgano que se pueda llamar de dos diferentes formas? ¿Un pene es definido por su capacidad de penetrar? ¿Por alcanzar ciertas medidas? ¿Por su capacidad de producir espermatozoides y tener el potencial de engendrar? ¿Qué tanto está ligada en el imaginario la idea del clítoris oculto y pequeño como parte del supuesto de que los cuerpos femeninos son asexuales y pasivos donde un clítoris que se muestre erecto y orgulloso no es aceptado?
En ese sentido, coincido cuando Laura Inter concluye que “La intersexualidad es una variación natural en el ser humano” aunque pienso que todos los cuerpos tenemos variación de formas y composición corporal, sin embargo unos han sido sancionados médica y socialmente (con fuertes costos emocionales y físicos) y otros no. Como dice Laura al final de la entrada «Mi cuerpo»: hay que celebrar la belleza de la diferencia, enorgullecernos de ella y reconocer que nuestros cuerpos son dignos y valiosos para ser amados por nosotras mismas y por los demás.
[1] Serret, Estela. “La conformación reflexiva de las identidades trans”, Sociológica, nº 69 (enero-abril 2009), 79-100.
[2] Gómez Suárez, Agueda. «Los sistemas sexo/género en distintas sociedades: modelos analógicos y digitales.» Editado por Centro de Investigaciones Sociológicas. Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 2010: 61-96.