Las personas #Trans* hemos sido históricamente vulneradas y marginadas. De acuerdo al “Monitoreo de asesinatos de personas trans*” de Transgender Europe que recupera notas en internet entre enero de 2008 a abril de 2016 han sido asesinadas 1,654 personas trans* en Centro y Sudamérica (lo que representa el 78% de los asesinatos trans* en el mundo). De este total, el 51% ha sido asesinada en Brasil y el 14% en México, sumando ambos países el 65% de las personas trans* asesinadas en esta región.
Este mismo Observatorio señala algo grave: reporta un incremento en la tendencia de asesinatos de menores de edad. En los últimos 8 años se reportan aproximadamente 243 asesinatos en el mundo de personas trans* menores de 20 años.
Del total de personas trans* asesinadas en el mundo, el 74% tienen entre 20 y 39 años. La Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTTA) y la Fundación Huésped publicaron en 2014 un estudio donde determinan que la expectativa de vida de las personas trans* es de 35 años.
¿Y cómo nos matan? Nos estrangulan, nos apuñalan, nos disparan, nos matan a golpes. Y en el caso de muchas mujeres trans*, las muertes cubren la tipificación de lo que en el Código Penal en México se establece como feminicidio pero tampoco aparecemos en dichas estadísticas dado el cissexismo estructural e institucional, siendo cuatro veces vulneradas: mediante el asesinato, mediante la malgenerización o negación de la identidad de género cuando los medios masivos de comunicación señalan que “apareció muerto un travesti”, cuando el aparato judicial presupone culpabilizando que “se lo buscó porque el travesti engañó a un pobrecito heterosexual y seguramente eso justifica el asesinato”, y, la cuarta, a que sus familiares y seres queridos no tengan acceso a la justicia ni a la reparación del daño.
Hace algunos días, un hombre asesinó en la Ciudad de México a una mujer trans* trabajadora sexual llamada Paola. El hombre fue detenido in fraganti con el arma asesina en las manos, grabado en vivo y la grabación fue transmitida en redes sociales. Sin embargo, días después fue dejado en libertad evidenciando la terrible transfobia y cissexismo que impera en el sistema de justicia mexicano y la apatía de las redes sociales sobre estas injusticias.
Paola es uno de miles de asesinatos trans en México y en el mundo que son revictimizadas por la prensa y las autoridades aún después de fallecer; son revictimizadas porque no se respeta su identidad de género ni aún después de muertas y porque su familia tampoco tiene acceso a la justicia; a pesar que cumplen con las agravantes del código penal para que puedan ser tipificados como feminicidios ya que existe la resistencia cissexista de no hacerlo por considerar que las identidades trans* son menos legítimas, auténticas o verdaderas que las identidades cisgénero perpetuando un sistema de dominación que vulnera los derechos de las personas trans*.
Rebeca Garza.