Mauro Cabral define a la ciudadanía sexual como aquella que «enuncia y garantiza el acceso efectivo de ciudadanos y ciudadanas tanto al ejercicio derechos sexuales y reproductivos como a una subjetividad política no menguada por desigualdades fundadas en características asociadas al sexo, el género, la sexualidad y la reproducción».
Cabral repasa como se ha reconceptualizado la idea universal y masculinizada de la ciudadanía a través de lo que llama la corporización del sujeto por medio de una mirada interseccional de la raza, la edad, la sexualidad, la diversidad funcional, entre otros, que atraviesan los espacios que llamamos privados y públicos y sesgándolos en ese proceso.
Esta perspectiva ha permitido visibilizar la exclusión y la discriminación de las minorías sexo-genéricas.
Sin embargo, la tesis de Mauro Cabral consiste en reflexionar acerca de cómo la ciudadanía sexual ha sido pensada hasta ahora sin cuestionar la diferencia sexual como matriz de constitución del sujeto situados en cuerpos sexuados, especialmente a partir de los discursos de verdad de la medicina y el derecho.
Cabral problemátiza lo que llama «la producción jurídica en torno al cuerpo sexuado de las personas trans*» en torno a dos ejes: la narrativa del «cambio de sexo» vinculada con la transexualidad para hacerla inteligible y la relación de la transexualidad con un orden simbólico ligado a lo que llama «fórmula diagnóstica» y que puede tener nombres como disforia de género o transtornos de identidad de género, entre otros.
El escrito de Cabral es anterior a la ley de identidad de género Argentina de 2012, por lo tanto, cuestiona como los diversos procesos judiciales que han tenido que vivir las personas trans*que han obtenido un reconocimiento del Estado a su identidad límite en el ejercicio de una ciudadanía plena. Cuestiona los diferentes mecanismos que las autoridades han abordado para verificar la autenticidad o veracidad de la transexualidad como las narrativas autobiográficas transexuales que se consideran veraces en la medida que recuperan los discursos donde el cuerpo se vive como ajeno, extraño o errado y que no sólo recupera una experiencia y estereotipada de los roles de género sino que legitima la idea de la diferencia sexual sancionando cualquier otra forma de diversidad.
Por lo tanto, es la idea de la diferencia sexual articulada través del eje de la fórmula diagnóstica y la narrativa del cambio de sexo lo que, Cabral considera, alinea la identidad de género con la apariencia y hasta con la funcionalidad de los genitales, por lo que resulta comprensible que la subsecuente modificación genital sea una consecuencia lógica.
Las legislaciones relacionadas con el reconocimiento a la identidad de género de las personas trans* tiene una raíz a partir de la diferencia sexual cuando exigen la cirugías de reasignación genital no sólo para perpetuar el binomio de género en los cuerpos sino mantener inalterados los lazos de filiación en clave cis-heterosexual que se pudieran fracturar al momento que las personas trans ejercen lo que, Cabral llama, materpaternidad.
Esta preocupación reglamentaria de la cis-heteronormatividad resulta ridícula y Cabral lo deja claro cuando señala que a largo plazo la terapia de reemplazo hormonal genera esterilidad (aunque tengo mis dudas de que esta frase sea efectivamente cierta por dos razones: es otro discurso de verdad surgido de la ciencia médica y han existido ya casos de personas trans* que una vez que suspenden su terapia de reemplazo hormonal han podido procrear), el acceso efectivo a las personas trans* a las tecnologías de reproducción asistida (quiero pensar que la que el adjetivo de «efectivo» ha sido puesto a partir del contexto de que en muchas legislaciones de reproducción asistida las personas trans* también encontramos obstáculos), así como la existencia de niñas y niños que ya han sido procreados antes de que una persona trans* transicione o bien aquellos y aquellas que son criados dentro de familias trans*.
Éste tipo de prohibiciones no solamente son ridículas sino que atentan con el libre desarrollo de la personalidad reconocido en la teoría de derechos humanos.
Finalmente, Mauro Cabral invita a repensar en los retos de la ciudadanía sexual en la actualidad de la siguiente forma:
1. A partir de cómo la ciudadanía sexual de las personas trans*es vulnerada desde el inicio cuando aún se mantiene todo un aparato normativo simbólico, institucional, legal y social que busca la normalización de los cuerpo sexuados en clave binaria y cis-heterosexual que no solo excluye e invisibiliza si no también genera tratos inhumanos.
2. El reto de articular desde los movimientos feministas y minorías genérica-sexuales cuestionamientos profundos acerca de los discursos de verdad relacionados con la idea de la diferencia sexual, la identidad de género (desde mi punto de vista, dejándola de concebir como una esencia), las narrativas autobiográficas, los roles de género, el ejercicio de la sexualidad de todas las personas incluidos niñas, niños y adolescentes, las tecnologías de reproducción asistida, entre otros.
3. El cuestionamiento a la centralidad que se le da a la categoría del sexo, tanto médica, social y jurídicamente, como elemento certero para que el Estado reconozca la identidad de las personas trasladando esta decisión del Estado hacia las propias personas en el ejercicio de su autonomía a partir de su propia discursividad y en el libre ejercicio de sus decisiones corporales, sexuales y reproductivas.
4. Y, la exigencia de una ciudadanía sexual ampliada y diversa.
Rebeca Garza
Ver artículo «Ciudadanía (trans) sexual» de Mauro Cabral aquí.