Creo que si hay una mística que nos mueve e impulsa es lo que llamamos “amor”, y no me refiero a la idea del amor romántico sino a esa fuerte energía inexplicable que sentimos vibrar dentro de nuestros cuerpos, ya sea en el corazón, ya sea en el estomágo, o cuando manipulamos un instrumento cuando sabemos que estamos haciendo lo correcto, viviendo el momento exacto con las personas adecuadas.
El amor como energía vital que nos mantiene no solo con vida sino que mantiene el ímpetu imperturbable en los momentos más inciertos; el amor que nos hace reencontrarnos en los ojos de otra persona para ver reflejada nuestra más sencilla humanidad para después bajar la guardia y mostrarnos transparentes como agua de río manso; el amor que nos permite levantarnos cada día para poner nuestra marca indeleble a aquello que llamamos trabajo pero esta energía lo convierte en una mística vocacional que hace que ni el trabajo ni una misma vuelvan a ser iguales; y es la misma energía-sentimiento que nos abraza con calidez cuando nos sentimos al borde de la derrota, cuando el ánimo desfallece y permite que el pequeño aliento de vida desesperado se convierte después en un huracán que sigue abriendo nuestros pasos hacia diferentes, novedosos y bellos senderos.
Ese amor es el que deseo que no les falte en el año 2017. Que siga vibrante en sus corazones, que les siga impulsando y confortando pero, sobre todo, que se siga extendiendo para que el pedacito de lugar en donde nos ha tocado estar, sea un lugar más habitable para todas y para todos.
Rebeca Garza
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