Conforme más personas trans y no conformes con el género jóvenes empiecen a ser más visibles los espacios sociales tendrán que ser repensados para asegurar la convivencia pacífica y respetuosa entre las diferencias.

Quizás nos sirvan considerar algunas buenas prácticas que se han explorado en países como Estados Unidos[1] para que la realidad no nos sorprenda.

  1. Sobre la privacidad: integrar a la diversidad de género requiere repensar el concepto de privacidad. Por ejemplo, donde sea posible es muy importante que existan baños y sanitarios individuales. Esta no es la única opción, pero es importante que exista. Con respecto al acceso a los sanitarios, en donde el contexto lo permita, se puede explorar la normalización de sanitarios sin género alguno, como se hace en casa.
  2. Sobre la capacidad de elección y agencia: hasta donde sea posible, permite que las juventudes trans y no conformes con el género tengan capacidad de decidir con respecto a sus compañeras o compañeros de habitación, la ropa para dormir, el nombre con el que se registrará en el hotel, entre otras decisiones. En la medida de lo posible, esta norma se puede extender a todo el grupo.
  3. Sobre normalizar la diferencia: es importante construir espacios y reglas de convivencia para que las personas trans y no conformes con el género no se sientan extrañas o fuera de lugar. Una forma de hacerlo es a partir de reconocer que las diferencias individuales forma parte de la naturaleza y, por tanto, de la condición humana. Necesitamos espacios que celebren la particularidad como una norma, en donde las personas nos reconozcamos también a partir de nuestras diferencias y no solamente por las semejanzas. Permite y fomenta la diversidad en general, por ejemplo, que las personas jóvenes elijan su nombre y sus pronombres en las etiquetas de nombre, en la ropa para hacer actividades recreativas y sociales, por ejemplo.
  4. Respeta el libre desarrollo de la personalidad: es decir, respeta el sentido identidad de cada persona independientemente de cómo percibas su apariencia, por su historia de vida u otras ideas preconcebidas. Esto incluye preguntar por el nombre y pronombres más apropiados para cada persona y reconocer que las personas trans y no conformes con el género tienen diferentes experiencias y percepciones.

 

Estas son algunas prácticas que ya se han explorado en algunas partes del mundo. ¿Cuáles podemos pensar  para volver nuestros espacios locales más incluyentes, libres y respetuosos?

 

Rebeca Garza

@Rivka_Azatl

 

[1] Adaptado y traducido de “Accommodating Our Transgender Youth” de Rev. Liam Hooper  : https://www.rmnetwork.org/newrmn/accommodating-transgender-youth/

jessica
Jessica Marjane Durán, activista trans de 23 años y referente de derechos humanos y juventudes trans en México.