Efigenia, mujer de 107 que acepta ser funcionaria de casilla en #Elecciones2018 … e ideas sueltas sobre la ampliación en el reconocimiento y protección de derechos humanos


Es la sra Efigenia de 107 años de edad. Probablemente la sorteada más longeva. Vive en Taxco. Tiene ganas de participar y una actitud ante la vida envidiable en Taxco, Guerrero

Y pensar que tuvieron que pasar 37 años para que ella pusiera ejercer otra vez el derecho a ser funcionaria de casilla, gracias a la reforma de derechos humanos de 2011 y a que el INE inaplicó el artículo que prohíbe que personas con 71 años o más.

Cuántos artículos en la ley siguen existiendo y que significan restricción de derechos producto de prejuicios sociales de un momento histórico ? Una ley que restringe derechos es legítima ?

Recuerdo que durante los procesos electorales de 2006 y 2009, en donde me tuve la oportunidad de colaborar con el entonces IFE como vocal de capacitación electoral y educación cívica en el distrito 16 de Ajalpan, Puebla (que abarcaba los municipios que rodeaban Tehuacán, la Sierra negra y parte de la Mixteca poblana) ya contratábamos a un capacitador de más de 60 años (por cierto, excelente) porque también existía esa prohibición en la ley y teníamos que trabajar con el Consejo Distrital para aprobar esta contratación a partir del principio de no discriminación (no sin antes brindar informes que justificaran la decisión).

En Oaxaca, durante el proceso electoral de 2015-2016, tuvimos un presidente de mesa directiva de casilla sordo que era maestro de educación especial y que siempre quiso ejercer este derecho. Fue un desafío porque tuvimos que trabajar otras formas de capacitación por lo que la asociCoral OaxacaOaxaca nos apoyó generosamente con una persona traductora que ayudó a la capacitadora a asegurar que la capacitación electoral y los simulacros fortalecieran sus habilidades y el trabajo en equipo de toda la mesa directiva de casilla.

Ese mismo año tuvimos en Oaxaca, un aspirante a capacitador asistente electoral ciego y, ante el reconocimiento que aún tenemos barreras lingüísticas para las personas de la diversidad funcional (o con discapacidad), construimos en coordinación con la junta y el consejo distrital 08 (en Oaxaca de Juárez) unas medidas de nivelación para asegurar su derecho a participar.

Esta persona no aprobó el examen pero esta medida nos sirvió durante el proceso electoral de 2016-2017 donde tuvimos otro aspirante ciego -ahora de Tehuantepec. Se volvió a implementar y la persona no solo aprobó sino que quedó contratado y fue un gran reto porque las barreras que viven, en este caso las personas ciegas, las empezamos a visibilizar: desde formatos para reportar sus avances así como los propios manuales (no tenemos ninguna versión en braille) hasta la búsqueda de la ciudadanía sorteada en localidades sin nomenclatura.

Y algo aprendí: la importancia de la inclusión no sólo para quienes están en situaciones de marginación histórica -como una forma de mayor representación- sino también como una manera en que la inclusión puede ser detonadora para cuestionar y desmontar las barreras simbólicas, lingüísticas, sociales, legales y físicas que -aunque no afecten a una gran sector de la población- no dejan ser impedimentos que dificultan el ejercicio pleno de derechos (y no para “tomarse la foto” y usar estas acciones para vender nuestra imagen de “progres”).

Pero aún tenemos muchas leyes que siguen excluyendo el acceso a derechos y a veces no sólo no las cuestionamos sino que, a veces también, las defendemos: tenemos la prohibición en la ley electoral de que las personas que no saben leer y escribir no pueden ser funcionarias de casilla (algo que me parece sumamente injusto porque parece que se sanciona a quienes han tenido barreras de género, económicas, raciales, etc,. para gozar de este derecho); las leyes que criminalizan el derecho de las mujeres a de decidir sobre su cuerpo (y que les niegan la interrupción legal del embarazo y de paso las criminalizan); a excepción de tres entidades en México, la ausencia de leyes -motivada por prejuicios- que reconozcan la identidad de género o, en otras entidades, el matrimonio igualitario como derechos a ejercer; y un largo etcétera.

El camino hacia la igualdad sustantiva tiene grandes retos: los prejuicios que nos atraviesan a TODAS las personas así sean premios Nobel) y, por tanto, a las instituciones que conformamos; (estos prejuicios se materializan en acciones (a veces jurídicas como la monstruosidad misógina llamada “derecho a la vida desde la concepción”) u omisiones que hacen oídos sordos a las reiteradas exigencias de grupos de población históricamente excluidos; y, los constantes peligros de retrocesos en lo poco que se avanza porque la igualdad implica que otros grupos cedan privilegios y es ahí donde saltan las voces inconformes y se organizan (desde los Machi-Progres hasta las TERFS pasando por grupos abiertamente supremacistas).

Rebeca Garza

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