Fronteras y violencias
El caso de Angela Ponce en Miss Universo como representante de España abrió la cloaca de la transfobia y cissexismo mexicano.
La caravana migrante, el clasismo y racismo exhibió el cáncer que desgarra el tejido social con sus violencias mas que la propia xenofobia; de lo contrario, no abriríamos los brazos a países europeos, al turismo blanco y de países imperialistas.
La indiferencia hacia miles de asesinatos y desapariciones de niñas y mujeres -muchas de pueblos originarios, zonas urbanas marginadas, migrantes, trabajadoras sexuales y defensoras de derechos humanos- revelan nuestra misoginia institucionalizada.
Sin hablar de la sistemática invisibilidad de los derechos sin proteger y de las violencias que padecen poblaciones de las diversidades sexuales, corporales y funcionales.
Por otra parte, el debate nacional ha girado desde bodas opulentas publicadas en revistas rosas y la ubicación estratégica de un aeropuerto con fuertes cuestionamientos de corrupción en su licitación, el impacto ambiental así como la realización de una consulta ciudadana de dudosa metodología que asegure legalidad, imparcialidad, certeza, objetividad, independencia, inclusión y máxima publicidad en su proceso como en sus resultados.
Me asombra y espanta leer en todo este contexto más preocupación por el interés del capital extranjero (¿tendremos devaluación en noviembre?) que la vida y dignidad de más de la mitad de la población que sobrevive en contextos violentos como de pobreza y pobreza extrema sea mexicana o migrante -generalmente personas indígenas, mujeres y LGBTI-; me inquieta que en el debate denunciemos a ultranza la ilegalidad de quienes cruzan las fronteras imaginarias que dividen el planeta en países y de quienes cruzan la otra frontera imaginaria que divide al mundo en un sistema sexo/género binario.
Y mientras el debate se polariza en la defensa de ideas y principios que son creaciones sociales para regular nuestra convivencia humana, nuestros prejuicios anteriores terminan dando fuerza a estas ideas y principios para convertirlos en herramientas de control de cuerpos binarios y territorios llamados Estado-Nación para fortalecer la ilusión de una hegemónica identidad nacionalista y sexo/genérica que legitiman discursos y prácticas violentas.
Y al final, parece que nos alejamos cada vez más de ese ideal hacia una verdadera igualdad y justicia para todas las personas mediante la búsqueda de chivos expiatorios que perseguir y excluir con el objeto de generar la ilusión de una identidad colectiva coherente, homogénea y “unida” pero terriblemente violenta contra ese externo constituido y violenta contra sí misma, inevitablemente.
Rebeca Garza
@Rivka_Azatl