No recuerdo exactamente en qué momento de mi vida me empecé a sentir diferente. Tengo algunos recuerdos del kínder que se enfocan en cómo yo siempre me veía jugando con el grupo de los niños, me gustaban los shorts, me gustaban los juegos rudos, me gustaban los carritos, realmente me gustaba todo lo estereotípicamente masculino… pero también veía niñas haciendo eso, entonces, ¿por qué yo me sentía tan diferente?

El explicar la experiencia trans a una persona que no es trans es algo sumamente difícil. Les agradezco a todxs por darse el tiempo de venir a nuestro evento, de informarse, de educarse, de empatizar con la población trans… pero de verdad constantemente batallo para explicar la inmensidad de todo lo que significa e implica ser trans.

Lo que yo más recuerdo de mi existencia antes de la transición es incomodidad, insatisfacción, desesperanza, mucho dolor, mucha tristeza. Sentir que no perteneces a ningún lado, mirarte al espejo y sentir que no reconoces tu cuerpo, sentir que no haces clic con nadie, ni siquiera contigo mismo.

La sensación de disforia es algo sumamente extraño también. Es como tener una máquina de ruido blanco constantemente en el fondo de mi mente. Cuando estoy ocupado, el ruido blanco parece ser muy bajito; pero cuando me encuentro a solas, mirándome al espejo, el ruido aumenta hasta volverse ensordecedor.

A esta disforia se le agregan las microbatallas que experimentamos y sufrimos en las actividades del día a día.

Es difícil para mí aceptar y explicar que no me gusta ir a las clínicas por temor a que me nieguen algún tratamiento, que cada que hay una reunión familiar me pregunte si alguien dirá un chiste o comentario transfóbico del cual nadie me va a defender, que me aterra ir a rectificar mi pasaporte y mi visa por temor a que me hagan preguntas incómodas, que a veces he evitado mandar un currículum por miedo al rechazo al enterarse que soy trans, que incluso algo tan simple como ir al baño en un lugar público me da miedo por lo que pueda pasar si a alguien no le parece mi identidad de género.

Cuando empecé a comunicar lo de mi transición en mi lugar de trabajo, me tocó que varias personas me dijeran “que valiente”. En ese entonces yo no entendía, ¿valiente por qué? ¿por finalmente ser yo? ¿por querer vivir? ¿por querer ser feliz?

Y después de pasar por mi primer experiencia de discriminación entendí. Ah, por esto me decían que “qué valiente”. Porque en esta sociedad es normal que te invaliden, que te invisibilicen, que te menosprecien, que digan chistes o bromas de ti, que te digan que no eres un hombre “biológico” o una mujer “biológica” o “natural”.

Lo valiente es decir “sí, soy trans”, cuando todo el mundo te dice que no existes. Lo valiente es ser visible en una sociedad que te quiere invisibilizar. Lo valiente es decir que no estamos enfermos, cuando en los manuales médicos y psicológicos nos siguen patologizando. Lo valiente es levantarte cada día sin importar cuántas veces te llamen por los pronombres incorrectos.

Lo valiente para mí es dar un discurso en la facultad de donde me despidieron.

Y al respecto quiero agradecerles a esas personas.

Gracias por no respetar mis pronombres.

Gracias por nunca rectificar mi nombre en la nómina.

Gracias por quitarme mis horas de docencia, mi servicio médico y mis alumnxs de tutorías.

Gracias por despedirme injustificadamente.

Gracias a todas esas personas que no me apoyaron, que dijeron cosas de mí, que se convirtieron en abogados de la noche a la mañana, que afirmaron saber más del caso que mi propia abogada.

Sus acciones, directa e indirectamente me destruyeron. Destruyeron mi vida, mi autoestima, mi autoconcepto, destruyeron la idea de futuro laboral que yo tenía. Porque con o sin intención, el resultado fue el mismo.

Sin embargo, estas gracias no llegan a compararse con el profundo sentido de gratitud hacia mis personas queridas.

Gracias a mi familia por entender, lento pero seguro, que por más que no quisieran, yo ya estaba destinado a ser un revoltoso.

Gracias a mis amigxs por ser una red de apoyo, por darme ánimos y por estar al pendiente.

Gracias a UNESII por luchar a mi lado, por el esfuerzo que hacemos día con día para educar y concientizar, y por ser un oasis para las y los jóvenes LGBTIQ+ que quieren cambiar la sociedad.

Gracias a mi novia por soportar el peso de ambos en esos días tristes, desesperanzados e inconsolables. Gracias por no soltarme, por escucharme, por guiarme, por quererme, aun en los días en que ni siquiera sabía yo quién era.

Esta experiencia de discriminación que pasé me llevó a un lugar muy oscuro, muy negativo, extremadamente triste, el cual desgraciadamente es común para todas las personas trans.

Pero también me hizo volver a construir mi yo, me hizo sacudirme mis miedos, mis culpas y mis inseguridades. Me hizo ser más empático hacia quienes están luchando batallas similares a las mías. Me hizo preguntarme quién soy, y qué quiero aportar a la sociedad. Y al respecto tengo planes a largo plazo, pero por lo pronto les dejo este mensaje.

A lo largo de esta experiencia de discriminación, muchas personas me recomendaron quedarme en silencio, afirmando que así las cosas se solucionarían y estarían bien.

Estoy aquí para decirles que ESO NO ES CIERTO. Cuando nos invalidan, cuando nos invisibilizan, cuando pisotean nuestros derechos, DEBEMOS LEVANTAR LA VOZ, no quedarnos callados. EL SILENCIO SOLO AYUDA AL AGRESOR, NUNCA AYUDA A LA VÍCTIMA.

Estoy aquí para decirles QUE LEAN, QUE QUE SE INFORMEN, QUE CONOZCAN SUS DERECHOS, QUE FORMEN REDES Y ALIANZAS.

Y estoy aquí para decirles que NOSOTRXS YA ESTAMOS EMPODERADOS, QUE NO NOS PODRÁN SILENCIAR, Y QUE NO NOS IREMOS A NINGÚN LADO.

Loren Daniel Ibarra