Además de la defensa a ultranza del esencialismo biológico para explicar las opresiones que materializan cada sexo (en clave binaria, por supuesto) tienen la tendencia de retomar notas periodistas sensacionalistas principalmente anglosajonas o europeas acerca de casos trans no representativos (sin problematizar la ética de perpetuar dichas notas que serían inadmisibles para otras mujeres); dejando de lado informes, estudios y mucha literatura rigurosa y seria desde la academia, los movimientos sociales e incluso los pocos estudios de organismos expertos en derechos humanos como CONAPRED, SCJN y CIDH y pretenden hacer desde ahí análisis críticos de género y los extrapolan a TODOS los movimientos políticos y filosóficos trans no solo de Mexico sino Latinoamericanos.

A partir de esas conclusiones llegan, en el mejor de los casos a exigir (como algunos feministos progres) que se les expliquen lo que no quieren leer ni entender de los propios movimientos transfeministas (como descartar la definición de identidad de género porque les parece circular sin problematizar que TODAS las personas poseemos una ni mucho menos les interesa entrar al análisis de las violencias que vivimos los cuerpos que no nos ajustamos al sexo o al género asignado socialmente al nacer ); y, en el peor, en sus argumentaciones recurren a prácticas violentas como la desgenerización o malgenerización hacia las personas #trans (donde llaman a las mujeres trans como hombres femeninos o transfemeninos) y a la invisibilidad rampante de los cuerpos intersex, sus experiencias y vindicaciones; pero si a ellas se les malgeneriza mediante el sarcasmo (verdad Gloria Virginia Davenport Fentanes ) lanzan el grito de víctima y señalan a las mujeres trans de ser violentamente patriarcales y argumentan que con nosotrxs no se puede dialogar.

Lo más grave y triste es que se han erigido como supuestas defensoras de los derechos de la niñez al ponerse en contra de que a las infancias trans se les reconozca su identidad de género auto percibida mismas que discursivamente siempre manifiestan y ahí están los cientos de historias documentadas, en cambio suelen centrarse en tomar como referentes sus propias anécdotas personales como niñas lesbianas masculinas -lo que resta mucho rigor a sus argumentos pero creen que les da autoridad para decir quién sí es hombre y quién sí es mujer- ademas que su preocupación vuelve a ser genitalista y esencialista al propagar un falso pánico moral al asumir que a las infancias trans se les obligará a pasar por cirugías y terapias de reemplazo hormonal cuando también se ha documentado que son decisiones que ellxs tomarán cuando estén por iniciar su pubertad o incluso posteriormente, cuando así lo decidan en el ejercicio de su autonomía y que el reconocimiento de la identidad de género desde la infancia pretende generar espacios libres de violencias hacia todos estos cuerpos que no se ajustan a las normas de género.

Adicionalmente practican una especie de cis-adultocentrismo porque descartan de facto la experiencia infantil trans e irresponsablemente le nombran como una forma de imposición y violencia de lxs pocos padres y madres que les apoyan soslayando que las cifras de rechazo y expulsión familiar son altísimas y de ahí derivan los ciclos de exclusión, violencias y pobrezas de gran parte de las poblaciones trans sin siquiera hacer un análisis crítico de género de cómo se han construido como mujeres lesbianas -incluso masculinas que no es lo mismo a ser trans- sin reducir sus experiencias y opresiones a sus genitales y procesos biológicos.

Finalmente y lo grave del asunto es que los discursos y argumentos de ciertas feministas radicales o críticas del género y grupos anti derechos (incluidos los sexuales y reproductivos de las mujeres) o francamente conservadores y patriarcales (como el diputado regiomontano de Morena, Carlos Leal) encuentran alianzas de facto aunque no se lo propongan ni se conozcan y se articulan para perpetuar la negación de nuestra dignidad como personas al cuestionar y desacreditar nuestra propia existencia, experiencias y violencias que padecen y tienen que sobrevivir cotidianamente las poblaciones trans.

Y eso es una deuda ética, política e histórica aún vigente.

Rebeca Garza