Fuente: EntreRiosAhora. Periodismo libre. Fecha: 28 de junio de 2019 /

Silvina Buyutti es la primera maestra trans en Entre Ríos. La primera que titularizó su cargo. Pero en la historia de Silvina Buyutti no importa tanto el lugar que ocupa: si fue la primera o la segunda: importa el camino que recorrió. Empezó a trabajar a los 8 años en su ciudad, Nogoyá, y entonces no importaba qué tanto el cuerpo podía soportar: lo soportaba.

Empezó cargando cajones de verdura y limpiando el local de una verdulería, después buscó trabajó en un taller mecánico, más tarde se fue a una explotación apícola, cuidó chicos, fue panadera. Cuando supo que todo eso no haría sino marginarla más, se anotó, a los 18 años, para empezar a cursar la secundaria; la concluyó. A los 25, consiguió el título de maestra. Ejerció sus primeros años como docente con otra identidad.

Pero un día se sintió diferente. Fue diferente.

“Durante mi cursada del profesorado yo vestía… unisex, podría decirse. Pero tenía otro nombre, otra identidad. Cuando empecé la docencia, lo mismo. Pero en mayo de 2012, ni bien salió la Ley (N° 26.743 de Identidad de Género), al mes nomás ya hice el cambio”, relata con una sonrisa cómplice, que avanzando la anécdota será risa.

Una risa alegre. “Fue justo en vacaciones de invierno… ¡no fuera a esperar ella… cambiarse de escuela… no… (rie)!… Terminé las clases con una identidad, avisé a los directivos, todo, hice el cambio y me reincorporé”, relata triunfal y convencida de una decisión que no admitía dilaciones. “A los chicos se les explicó que había una Ley nueva, según la cual la persona, de acuerdo a como se sentía, tenía una identidad y había que respetársela. Que ahora me llamaba Silvina”, apunta.

Agrega entonces algo que ya se ha escuchado en estos casos y aplicado también a muchos otros: “Los chicos y chicas bien, ningún problema. Tal vez algunos colegas… pero los estudiantes bien”. “Y en lo personal, la verdad que no lo sentí muy grande al salto, porque en mi vida lo viví como un recorrido, como un proceso, una transición paulatina pero sostenida en el tiempo, que llegó cuando tenía que llegar. En lo legal sí, porque son muchos trámites, tiempo, papeles…”, narra Silvina, y se despacha con anécdotas burocráticas que en su momento le resultaron eternas pero hoy son motivo de risa.

“Llegué hace seis años a Aranguren. Antes trabajaba en Villa Paranacito. Tomo este cargo por concurso público y al poco tiempo también me hago cargo por tutela legal de mis cuatro sobrinos. Acá en la escuela todo el trabajo ha sido muy bueno, es un ámbito muy lindo y el ambiente es realmente reconfortante”, nos cuenta Silvina en la charla que mantenemos en la biblioteca de la Escuela Nº 102 “17 de agosto” de Aranguren, localidad del departamento Nogoyá.

 

Llegar al aula, sanar heridas


Profesora de Educación Especial y Maestra Orientadora Integradora, Silvina dice que no fue de un día para otro que despertó y descubrió que esta orientación en la docencia era su vocación, sino que, reflexionando, se da cuenta que es algo que siempre ha estado cerca en su vida, y que lo vive con naturalidad: “Creo que esta opción parte de las vivencias cercanas que he tenido, por familiares, vecinos, amigos que tenían una u otra discapacidad… entonces, es como que me nace del corazón; no es que un día me di cuenta… para mí es la vida misma”.

Su historia tiene claroscuros.

Un día negro en su vida fue el 20 de junio de 2013. Su hermano Hugo Buyutti mató a su esposa y después se suicidó y sus cuatro sobrinos quedaron a la deriva. Entonces hizo lo que sentía que debía hacer: fue donde un juez y pidió la custodia. Le dieron la custodia. Y un día escuchó aquello que jamás pensó que iba a escuchar: que le dijeran mamá.

“Tenerlos fue lo que realmente me cambió la vida para siempre. Yo tenía mi historia, soltera, con mi trabajo… y de golpe… hacerme cargo de cuatro chicos, víctimas de femicidio, acompañarlos en las terapias, en sus vivencias, en sus procesos de duelo y de crecimiento a la vez. En ese momento me tomé un año para hacer todo eso de sostener y llevar una familia adelante. Porque armé una familia”, señala con firmeza.

Esos chicos hoy son adolescentes: tienen 17, 15, 13 y 8 años. A todos, a los cuatro, les va muy bien en la escuela… “no se llevan ninguna”, dice como al pasar, pero con notorio orgullo. “Ahora, hace unos días, empecé a tramitar la pensión para ellos, que se da a partir de la sanción de la Ley Brisa. Llegaron conmigo sin nada. Nada. Hasta sus perritos habían perdido. Se merecen todo, por eso comencé los trámites, y por eso he peleado siempre para que estén bien. Y lo seguiré haciendo”, afirma.

La charla se distiende en anécdotas que, quizá, son la cáscara de un montón de vivencias y luchas que ha llevado Silvina adelante. Ella elige contar así las cosas, como que “se fueron dando” y surgen insistencias, audiencias, pedidos, reiteración de pedidos, sorpresas, nuevas luchas…: el resultado de la obstinación, el convencimiento y el empeño con el que ha llevado adelante todo en su vida.

“Soy una convencida de que uno milita en la vida. Ser trans es ya estar militando, porque todos los días salimos a pelearla, a lucharla. A mucha gente todavía le cuesta mucho, pero para mí es porque no se han despertado, no se han dado cuenta de todo el poder que tenemos hoy en día a través de las leyes que conseguimos. Si uno o una no exige, las leyes no se cumplen.. si uno o una no exige queda relegado/a y abandonado/a. El mensaje es ese: vivir la vida y seguir para adelante. La militancia es importante: acompañar, posicionarse, formar parte de un grupo, eso, si se da, bienvenido sea. Pero yo hablo del quehacer diario: el cómo te presentás y te plantás frente al mundo con lo que sos: para adelante. Siempre”, plantea.

Y sigue: “Así como me ves acá soy en todos los lugares. En la escuela, en mi casa. Respecto a la militancia partidaria, me han invitado de muchos espacios, y, de hecho, me he sumado. Pero fundamentalmente creo en el hacer: mañana, por ejemplo, nos reunimos en audiencia con el intendente de Nogoyá para presentarle el proyecto del cupo laboral trans”.

Silvina quiere mostrar el resto de la escuela, el aula de los niños y niñas de jardín, donde también trabaja. Con los pequeños conversa y  ríe. En la escuela es una más de un grupo de docentes que le pone el hombro a la escuela como si de su propia casa se tratara, y eso es algo que se puede ver. Algunas veces hace dedo para llegar a las clases, participa de la organización de rifas para comprar mapas de Entre Ríos… rema la escuela pública como todos.

“Así que… dentro de todo, soy feliz”, dice Silvina.

La historia de Silvina Buyutti puede ser una historia más, pero es también un puente para contar qué pasa este jueves 28 de junio: es el Día del Orgullo LGTBIQ (lesbianas, gays, trans, bisexual, intersexual, queer). No es un recordatorio cualquiera, ya que se cumplen cincuenta años de esta fecha conmemorativa.

 

En la madrugada del 28 de junio de 1969, en el boliche neoyorquino Stonewall Inn, se revivía el clima de época con (otra) redada a homosexuales y lesbianas que buscaban un rato de distensión. La policía se aprestaba (otra vez) a reprimir. Pero algo, alguien, dijo basta. Y, resistencia y atrincheramiento mediante, desató una ola de dignidad que no ha parado de crecer.

 

Informe y fotos: La Lucha en la Calle

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora